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La iglesia San Vitale de Rávena Italia es una de las paradas obligatorias en una de nuestras rutas por la zona de Bolonia del itinerario de viajes culturales. Sin duda, es uno de los edificios religiosos de mayor valor histórico y no tan conocido como otros repartidos por la península italiana. Se trata de uno de los templos más importantes del arte bizantino. Conoce su historia y por qué debes visitar una iglesia tan singular en Ravena.
Rávena es una ciudad situada en el noreste italiano. Fue la ciudad de los umbrios, que fue ocupada por los etruscos y pasó de ser aliada de Roma a municipio romano en el 89 a. C. Pero si algo destaca en Rávena, es que se construyó el Puerto de Classe. Se trataba de una base naval de la Antigua Roma y que actualmente es un gran proyecto arqueológico.
Fue en el año 554 cuando se convirtió en la capital del Imperio Bizantino. Por ello, es conocida de forma munidal por sus magnificos mosaicos bizantinos. Y es en la Iglesia de San Vital donde se puede contemplar la gran belleza.
Es el perfecto ejemplo del arte bizantino y se reformó por petición del emperador Justiniano con el objetivo de añadirlo a los nuevos territorios conquistados en el siglo V. Fue Julio Argentario el que aportó 26 000 besantes de oro para su construcción en la que ejerció como asesor el arzobispo Maximiliano que la consagró en el año 547. La Querella iconoclasta y la pérdida de Bizancio supusieron, en los siglos VII y VIII, que se destruyeran buena parte de sus mosaicos y elementos decorativos.
Por suerte, la ciudad resistió muy bien estos conflictos tanto por su posición contra los iconoclastas como por no ser bizantina cuando sucedió la invasión turca. Se proclamó basílica en octubre de 1960 y en 1996 fue declarada como patrimonio de la humanidad por la UNESCO.
El nártex que sirve para entrar en el templo te invita a acceder a una planta central rodeada de dos anillos octogonales con columnas rematadas con una cúpula semiesférica (rodeada a su vez con exedras superpuestas y con una triple arcada). El presbiterio lo encontrarás al fondo y tiene a ambos lados una estancia pastophoria. El ábside, la próthesis y el diakonikón son otros puntos de enorme interés.
La iglesia resulta bastante sobria en su exterior y apenas presenta elementos decorativos. No en vano, se emplearon ladrillos macizos para reforzar los arbotantes de las esquinas. Los arcos y el cimborrio están forrados de terracota. Sin embargo, su interior es un magnífico museo de arte bizantino que no debes perderte.
En cuanto a la decoración, el protagonismo total lo tienen los mosaicos al reflejar cuál es el protocolo que había que seguir y también quiénes formaban parte de la alta jerarquía. El motivo no es otro que la división por sexos del templo. Las mujeres debían entrar por una puerta y ver las misas desde el piso superior si estaban casadas. En esta tribuna hay palcos que terminan en el presbiterio.
Otros mosaicos representan la salvación de los hombres por la acción divina, donde se pueden ver a algunos emperadores realizando ofrendas de objetos religiosos. La parte central de la bóveda tiene figuras divinas y en círculos van apareciendo ángeles, santos y finalmente los hombres. Los ribetes de decoración natural de clara influencia griega confirman que la idea inicial era convertir la bóveda en un fiel reflejo de la relación entre Dios y los hombres.
Mención aparte nos merecen los mosaicos en los que aparecen el emperador Justiniano y la emperatriz Teodora. Se conservan en perfecto estado y permiten conocer mejor la importancia de ambos personajes históricos. A lo anterior debes añadirle mármoles veteados, columnas, capiteles y frescos que apuestan por el contraste de colores, por la generación de espacios distintos y por la presencia de la luz natural.
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